martes, 6 de noviembre de 2012



“EL DIOS DE LO IMPOSIBLE”
Mensaje  basado en el relato de:
 S. Lucas 5:1-11






Hoy, que el cristianismo, como religión, ha crecido grandemente, el evangelio se predica en estadios, en coliseos, en teatros y se trasmite a través de  diversos medios de comunicación masiva, a través  de la radio, la televisión y para todo el mundo por medio del internet.
Por esto creo que cuando Cristo venga por segunda vez, no habrá nadie que le diga a Cristo: nunca escuché de ti, porque  cada día  se  está llegando a más países, a nuevos lugares de diversas maneras y distintas formas.
 Pero        cuando Jesús predicaba hace 2000 años atrás no había la tecnología de hoy, los lugares preferidos por Jesús no eran los estadios, los teatros.
Todo lo contrario, cuando leemos el evangelio, encontramos a Jesús  predicando en los caminos, en las riveras de un río, en las casas, en las playas.
Esto me da a entender que  no hay lugar, en este mundo, donde no se pueda compartir la palabra de Cristo. Porque donde haya un corazón sediento por la verdad bíblica, siempre habrá un mensaje de salvación y restauración para esa persona.
En este relato encontramos a Jesús predicando al borde de un lago, el lago de Genezareth, en ese lugar no había, tribunas, no había, palco principal, no había invitados de honor, el que estaba al frente de todos no poseía  un título universitario, no tenia doctorados humanos.
 Todo lo contrario el que al frente estaba era  Jesús, el humilde carpintero de Nazaret. Pero aquel lugar, aquella mañana se llenó de asistentes.
Si algo me impresiona grandemente cada vez que leo el evangelio,  es saber que Cristo nunca se encontraba sólo.
 Los cuatro evangelios confirman esta realidad. S. Marcos 6:30 dice que  muchas veces Jesús no tenía tiempo ni siguiera para como comer.  Ya sea por la mañana, por la tarde, algunas veces por las noches, la gente  acudía a Jesús.
Jesús era humano y también se cansaba, en más de una ocasión Jesús estaba tan cansado que necesitaba un descanso, Pero cuando la gente venía a Cristo, él nunca los rechazó, siempre estuvo dispuesto a atenderlos, escucharles, extenderles la mano.
Mucha gente venía a él con sus problemas y encontraba en Jesús una salida, muchos venían con sus enfermos, gente con la piel cayéndose por pedazos y Jesús los sanaba.
 Hoy, queridos amigos, Jesús esta aquí el te conoce más que nadie. Él sabe lo que te angustia, el sabe que muchas veces te sientes sólo, sin fuerzas para seguir.
 Es posible que hoy todo te haya ido mal, es posible que hoy te hayan cerrado las puertas, es posible que hoy hayas ido  buscando un empleo pero no lo encontraste.
Aunque parezca que a nadie le importa lo que estás pasando,  a Dios si le importa tu sufrimiento, Dios contó todas las lagrimas que cayeron de tus ojos y conoce el dolor de tu corazón.
Y prueba de ello  aquí encontramos a Jesús recibiendo a la multitud. Jesús nunca lo hizo por compromiso, o por cumplir una responsabilidad social, -No, Jesús lo hacia porque amaba a los que a el venían, el es nuestro padre y nos ama.
 Por lo tanto si estas cansado de luchar si estás sin fuerzas, Cristo te dice: “Venid a mi todos los que estáis cargados y cansados que yo os haré descansar”[1] es más Cristo añade. Él que a mi viene no lo hecho fuera.[2] Es posible los mejores amigos nos hayan fallado. Pero Jesús nunca te fallará.
 La cita bíblica dice que tan pronto como Cristo llegó, la multitud se aglomeró. Me imagino que Jesús comenzó a predicar y cada vez más gente aparecía, todo querían estar cerca de Jesús y uno a otro se apretujaban.
Jesús vio dos barcas que eran de unos pescadores. Saben, los pescadores de ese tiempo, no eran grandes profesionales, no eran gente con estudios superiores.
Los pescadores  eran gente humilde, gente trabajadora, gente que sabía lo que era el azote de las olas, el peligro de las tormentas en alta mar, gente de poca consideración ante los ojos humanos, pero con  grandes posibilidades para los ojos divinos.
Porque para nuestro padre celestial nadie están pequeño que él no puede engrandecer,  pues Él humilla a los soberbios y  enaltece a los humildes y es con los mansos y humildes de corazón con quienes quiere compartir su reino eterno.
Aquel día Jesús dejó Galilea y se fue a Genezareth, subió a una barca y desde allí comenzó a predicar. Yo no sé qué sermón Jesús habrá predicado aquella mañana, pero los pescadores vieron como las palabras de Jesús reconfortaban los corazones afligidos.
  Jesús tenía palabras de paz, amor y esperanza, palabras de consuelo,  palabras de ánimo, palabras de  bendición.
 Del mismo modo, hoy Jesús quiere sanar tu corazón, quiere cicatrizar las heridas que la vida te abrió, Dios quiere poner su brazo de amor en tu hombro y devolverte la fe que perdiste hace mucho  tiempo.
Por lo tanto nunca tengas miedo de ir a Cristo él siempre estará para ayudarte.
Aquella mañana Jesús predicó, uno de los sermones más impresionantes  que la humanidad jamás haya escuchado. Yo no sé cuanto tiempo habrá durado su prédica aquella mañana.
Yo me imagino que como cualquier obrero esos pescadores tenían que regresar a sus casas para los quehaceres del día, pero  se dispusieron prestar sus barcas al servicio del Señor Jesús.
Aquellas barcas no eran las barcas más sofisticadas de pesca, esas barcas eran rústicas, sin ningún adorno que lo distinga, eran barcas comunes.
 Y desde esas barcas comunes Jesús predicó y les mostró el amor de Dios a  las personas  que, como hoy, se reunieron  en aquel lugar, para escucharlo predicar.
Quizá  esté escribiendo  para alguien que se siente insignificante, se siente menos que los demás, piensas que todos pueden hacer algo pero menos tú y hoy piensas que no tienes nada para ofrecer al Señor.
Aquellos pescadores no tenían nada ni un solo pescado, ni una sola moneda siquiera para servir un vaso de agua dulce a la multitud, y de esa manera  agradar al señor, no tenían nada más que sus barcas bacías.
Jesús aceptó ese presente y lo usó como el mejor púlpito para predicar aquel día.
Yo te pregunto ¿Qué tienes en tu vida? Que Dios pueda usar para hacer su obra, quizá no tengas una barca como aquellos pescadores, pero tienes un lugar en tu casa para compartir su palabra con quienes te visiten, quizá tienes un televisor y un DVD, pon un mensaje cristiano y todos los que lo oigan podrán aprender del gran amor de Dios.
Quizá tienes un pan que podrías compartir con alguien, o una monedita muy pequeña que podrías dar aquel niño necesitado que no tiene ni siguiera un céntimo para comer ese día.
Quizá no tienes nada de lo que he mencionado antes, pero tienes amigos o personas cercanas a ti, ¿Porqué no les hablas del gran amor de Dios por el ser humano?
Has todo lo que puedas para que  las personas conozcan al Dios que tú conoces. Y quién sabe un día cuando estés en el cielo alguien se acerque de ti  y te diga: llegué aquí porque, un día, permitiste que Dios usara lo poco que tenías para que yo sea salvado por Jesús.
Nunca olvides que Dios puede usar lo poco que tú tienes para salvar a muchas personas. Lo poco en las manos de Dios se convierte en mucho y lo mucho en nuestras manos sin Jesús se convierte en nada.
Jesús predicó aquella mañana en el lago de Genezareth y muchas personas quedaron en paz con Dios y consigo mismos, regresaron a sus hogares dando gracias y glorificando a Dios por su grande amor y su poder transformador.
Después del gran mensaje de esperanza que Cristo predicó volvió su mirada a los dueños de las barcas y como muchos de nosotros podría haberles dicho: gracias hijos por prestarme sus barcas, de verdad que son muy buenos sigan adelante, les doy mi bendición.
Pero Jesús al verlos vio rostros de preocupación y el sabía que aquellos hombres tenían como único medio de ingreso económico la pesca y aquella noche no habían podido pescar ni un solo pez.
Yo  creo que durante el tiempo que Cristo predicó  aquellos pescadores se olvidaron de todo, pero cuando terminó la predicación volvieron a su realidad, y su realidad era que no había un solo pescado en sus barcas, en otras palabras estaban en la nada. La pesca aquella noche había sido un fracaso rotundo.
Y yo me pregunto ¿Cómo iban a retornar a sus casas con las manos vacías? sin un solo pescado, quizá aquella noche fue una de las peores en toda su vida.
Estaban con el corazón agradecidos a Dios por el mensaje recibido pero también tenían un corazón preocupado estaban en una triste situación, había una urgente necesidad física, había un hogar que sostener, un hijo que alimentar, una esposa que les estaba esperando, quien sabe para ir al mercado, y pagar algunas deudas de casa, y aquella mañana como nunca, no tenían un solo pescado en sus barcas.
Yo me imagino que el día anterior Simón reunió a su familia y les dijo que esa noche el no estaría con ellos porque iría a pescar, y en ese momento el hijo le dijo, papá me comprarás un juguete nuevo, la esposa vino y con una sonrisa le dijo: amor mío mañana me podrás comprar un vestido nuevo para ir a la iglesia.
Y papá Simón Pedro como todo padre optimistamente les sonrío y con un beso les dijo claro que sí hijo, claro que si mi amor, eso y mucho más.
Aquel día mamá compró  con el último dinero que quedaba lo mejor para preparar porque estaba segura que al día siguiente papá traería más dinero.
El resto de la tarde pasaron juntos haciendo planes acerca de cómo iban a invertir el dinero que ganarían esa noche con la gran pesca.
 Muy pronto llegó el atardecer y Simón, con los pedidos en su mente y con una actitud muy optimista, salió de casa,  pasó la voz a sus amigos de pesca y se perdieron de la vista en el lago de Genezareth.
Ya en el lago de Genezareth echaron la red y esperaron un momento y nada ni siguiera había un movimiento que anunciase un pez en la red, paso un tiempo y ellos comenzaron a tirar la red y se dieron con la triste escena que no había nada.
Pero no se rindieron, y como todo pescador optimista volvieron  a echar la red una y otra vez, me imagino que el reloj marcaba las 9 de la noche y no tenían un solo pez capturado, y se sentían un poco incómodos, pero se consolaban con la idea que todavía  había  muchas horas para pescar y no era momento de seguir molestándose, pero la noche fue avanzando, unos a otros se preguntaba porqué aquella noche no pescaban absolutamente nada, unos a otros se echaban la culpa.
Quizá uno de ellos dijo a sus compañeros que mejor hubiese sido esperar otro día para pescar, y es posible que hasta hayan discutido entre ellos, pero no había tiempo para seguir en eso, el tiempo corría y el tiempo transcurrido comenzó a anunciar que el día siguiente estaba ya en curso.
 Así que se llenaron de ánimo  y continuaron echando la red de un lugar a otro, pero nada daba resultados, toda la noche hacían denodados esfuerzos para pescar, emplearon sus mejores tácticas de pescadores antiguos, pero cuando tiraban la red no había en el pescado alguno, ni siguiera un pequeñito pez. Nada daba resultados.
Quizá esté escribiendo estas líneas para alguien que está haciendo todo lo posible y que luchó y luchó por solucionar algo pero nada da resultados, o para alguien que está ahorcado por las deudas, ya has buscado dinero y nadie quiere prestarte y sientes que no puedes más. Y todo lo que te queda es llorar de desesperación.
Esa era la desesperada situación de aquellos pescadores en el lago de galilea.
Pienso que al pescar uno tiene que soportar  el  frio en alta mar a veces las tormentas por las noches,  pero todo puede valer la pena, cuando al final vez el fruto de tu trabajo te conformas y con un respiro de alivio puedes decir valió la pena, pero qué de estos pescadores que hicieron todo lo que podían y no tenían ni un solo pescado para vender ese día.
Con tristeza, desanimados y preocupados vieron como el sol del nuevo día anunciaba que era hora de recoger todo, que el fin de la pesca había llegado, el día aclaraba, y  se dispusieron a lavar sus redes.
Hay momentos que nos quejamos porque el tiempo pasa muy lento pero hay ocasiones en que deseamos que el tiempo nos hubiere dado unos minutos más para terminar todo lo que queríamos hacer.
 Estos pescadores habían hecho de todo y habían tomado no una hora ni dos horas sino toda la noche, que más tiempo podían soportar sin ver resultados, estaban desanimados; nada podía calmar su preocupación, lo que más necesitaban eran pescados. Unos a otros se miraban y se decía que mala noche fue hoy.
Me imagino que cuando la gente sabía que Simón y sus amigos salían a pescar al día siguiente ellos los esperaban en la playa para comprar, pues siempre traían bastantes pescados.
Cuando aquellos pescadores estaban terminando de lavar sus redes, escucharon el ruido de mucha gente, venía no una persona, sino una gran multitud; entonces ellos se apresuraron en guardar más rápido sus redes.
Quizá uno de ellos pensó, no tenemos un solo pescado y mucha gente viene a comprar, ¡Qué vergüenza pasaremos hoy!
Cuando estaban apresurándose para irse y no pasar la mayor vergüenza en toda su experiencia de pesca, vieron el rostro de un hombre de quien habían escuchado hablar.
Aquel hombre era Jesús de Nazaret, y cuando vieron su rostro, hubo un respiro de alivio al menos nadie iba a preguntarles por peces, y para disimular y pasar desapercibidos se confundieron con la multitud, y se sumaron me imagino que se pusieron muy atentos.
Y comenzaron a escuchar el mensaje de Cristo y cada palabra que hablaba llegaba a sus corazones desesperados como un manto de frescura, como un tierno abrazo, y sus corazones quedaron confortados. Aquél mensaje  les dio paz y confianza.
Al terminar el mensaje unos a otros se miraban ya sin rencor por la noche anterior, y se decían en sus mentes: al menos algo bueno nos sucedió hoy, escuchemos a Jesús de Nazaret, el mayor y más grande  hombre de todos los tiempos, el autor de la vida, Dios mismo en persona había estado con ellos en aquella mañana.
 Esa experiencia especial hizo que la desagradable situación anterior disminuya en sus pensamientos y recuerdos.
 Pero Jesús que entiende todo y conoce nuestras necesidades los miró. Y conociendo la situación de ellos; se dirigió a Simón y le dijo boga mara dentro y echa tu red para pescar.
Por la mente de Pedro se mesclaron un montón de ideas, como por ejemplo: Señor ya es de día y los peces son capturados generalmente  de noche, señor si tú supieras que toda la noche hemos trabajado y nada hemos logrado pescar.  ¿Cuánto más ahora Señor? Quizá sus compañeros dijeron: Señor es mejor que nos quedemos con el recuerdo de tus bellas palabras de vida, y ya no continuar en esta situación estresante de pescar y no lograr nada.
Es posible que esté escribiendo para alguien que está atravesando una situación parecida. Tu hogar se está destruyendo, y ya has hecho de todo para salvarlo y nada da resultados, ya buscaste ayuda profesional,  ya fuiste de un lado para otro, y nada funciona, todo lo contrario la situación cada vez es más grave.
Así se sentían los pescadores aquella mañana, en ese instante  Jesús ordenó a Pedro: boga mar adentro, y echa tu red para pescar.
Pedro aun con su incredulidad se aferró a la fe que el Espíritu Santo había puesto en su corazón y muy firmemente pronunció las palabras más solemnes de un fe humana que confía en el poder divino.
El dijo: “toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; más en tu palabra echaré la red”
Toda nuestra vida puede ser un completo fracaso, podemos haber sido derrotados muchas veces  pero en las manos de Jesús siempre hay una gran solución.
Esa palabra era la misma palabra que había  creado el universo, aquella palabra que un día dijo: “Sea la luz y fue la luz"[3], aquella palabra que diseñó y preparó el universo[4]; “Porque DIOS dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió”. [5]
Esa palabra poderosa, Dios mismo en persona, ordenó a pedro y le dijo: “Echa tu red”
Pedro echó la red y en ese instante:Recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía.  Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían”.[6]
En este momento estás leyendo estas líneas, puedes olvidarte de todo lo que has leído hasta aquí, pero nunca  olvides una cosa: para Dios no hay nada imposible. En el diccionario divino no existe la palabra imposible pues “lo que es imposible para los hombres es posible para Dios”.[7]
Estaré escribiendo para alguien cuya situación es difícil, y parece que todo está perdido, estaré escribiendo quizá para alguien que perdió la esperanza de una solución para su problema.
Pero en este momento quiero decirte en el nombre del señor Jesucristo: hay solución para tu problema hay solución para ti.
Dios tiene la solución en sus manos, nada está tan enmarañado  que no pueda ser remediado por el poder divino. En este mundo no hay relación que haya sido destruida y que Dios no pueda traer la comprensión y paz, no hay hábito o vicio que Dios no pueda vencer y liberarte de las cadenas del mal.
Si algo nos causa preocupación y ansiedad dejemos la desesperación de lado y confiemos en Dios por amor restauración y poder.
Mi estimado amigo “Jesucristo es el mismo ayer hoy y siempre”[8], Él nunca cambia,  el tiempo pasa, los siglos transcurren uno tras otro, pero Dios permanece firme, los grandes milagros del ayer pueden ser una grande realidad en tu vida si tú permites que  CRISTO entre en tu corazón.
Por lo tanto allí donde estás quiero invitarte a tomar una decisión, puedes haber fracasado muchas veces, puedes haber fallado tantas veces que nadie más confía en ti, la sociedad no confía en ti, tus  padres no confían en ti, tu esposa, tus hijos no confían en ti,  tu mismo no confías en ti, y has llegado a pensar que no hay más solución, que definitiva mente todo esta perdido.
Pero en este momento, Dios te mira con amor, y te dice hijo, ya no sufras más, quiero convertir tu oscuro pasado en un glorioso presente, quiero construir junto a ti un futuro lleno de esperanza, ya has recorrido mucho en la vida, y en tu huida te has herido, ya conoces las lágrimas de la derrota y el fracaso ¿Por qué no le das a Dios la oportunidad de transformar tu vida? Yo le di la oportunidad a Dios y Él nunca me ha fallado.
¿Quisieras tu también darle esa oportunidad a Cristo? Dios nunca te fallará, siempre estará junto a, ti y si Dios esta contigo no hay nada ni nadie en este mundo que pueda vencer  a los que confían en él.
Por lo tanto allí donde estas toma la más grande decisión de tu vida y dile: “Señor quiero que entres en mi vida y mi corazón, y me des la oportunidad de triunfar junto a ti cada día.”

                                                       Que Dios te bendiga.



[1] Mateo 11:28.
[2] Juan 6:37
[3] Génesis 1:3.
[4] Hebreos 11:3.
[5] Salmo 33:9.
[6] Lucas 5:9-10.
[7] Mateo 19: 26.
[8] Hebreos 13:8

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